viernes, 2 de julio de 2010

DIA 13: Carlitos cada día canta mejor

Junio de 2006. Leipzig. Las calles atiborradas de camisetas verdes mexicanas, plenas de soberbia triunfalista, preanuncian una noche que será batalla de octavos de final. El equipo mundialista, desde temprano apostados en los alrededores, da vueltas con más silencios que palabras. En un bar/pizzería, observan como Alemania gana sin demasiados sobresaltos, con Klose en cancha y dos goles de su joven estrella debutante y se convierte en el próximo rival del ganador de esa noche.

Junio de 2010. Johannesburg. La ciudad recibe miles de camisetas verdes mexicanas, con espíritu de revancha aunque menos triunfalismo, pero listos para la contienda de octavos de final. El equipo mundialista, más numeroso, desde temprano está apostado en los alrededores, deambula con más silencios que palabras. En bares y pizzerías, vieron como Alemania pasa con solo algunos minutos de sobresaltos, con Klose en cancha y dos goles de su joven estrella debutante y se convierte en el próximo rival del ganador de esta noche.

Matices. Sólo matices diferencian historias que lúdicamente se repiten. La misma instancia, el mismo rival, el mismo horario, los mismos nervios. Algunas cosas cambiaron. Carlitos y Lio ya no están en el banco, van de entrada. México llega con lo que le queda. Y el frío….eso si es bien diferente.

Con el cambio de ropa, que divide el día de la noche, consumado, el equipo, apunta al Soccer City. Nervioso y deshilachado. La ansiedad por llegar no admite esperas, y cada uno va a su ritmo, corriendo hacia los transfers abarrotados hacia el estadio. Las mentes solo responden al impulso de llegar, de estar, de acompañar la ilusión. Sensación únicas y que cada uno procesa y vive a su manera. El resultado fue que nadie espero a nadie y varias combis llevaron al equipo. En la última abordó Fran, que imploraba por una vuvuzela.

En la cola, una dura batalla por conseguir una bandera argentina. Comprarla, claro, pero a la mitad de precio inicial. Arrancamos en 100 rands, pero nuestra negativa rotunda aflojaba la oferta. Llegando a 60 hicimos la oferta de 50, con el billete en mano. Pero parece que ofendimos al comerciante, que nos miró fulminante. Afortunadamente, un segundo después subimos al micro.

La combi se acerca por la rampa de acceso, el imponente espectáculo del estadio iluminado acelera el pulso, el joven mundialista mudo por los nervios, enlatado en la camiseta que decide lucir sobre los polars.




En los improvisados playones de descenso, parte del grupo, culposo, nos estaba esperando para recorrer a pie los metros que faltan. Pasos rápidos y generosos, casi de especialidad olímpica, no logran quebrar la ilusión óptica de lejanía del monumental escenario.







Gentes de muchas partes acuden a la cita. Se amontonan en los accesos. Puerta 10 entrada K, block 118. La luna colgada de las estrellas del Este es testigo del peregrinar silencioso de los hinchas. No paramos en las cámaras de la previa de los canales de televisión, no es lo nuestro cuando empieza el verdadero Mundial, la concentración es total, el momento de verificar los tickets en esta instancia es peor a la entrega de la nota del final de la carrera. Si algo falla, no hay recuperatorio.


Entramos a los pasillos del estadio. Se percibe la tensión, la espera que no termina, es el partido que vinimos a vivir, como en el 98, como en el 2006. Los otros se disfrutan, este se sufre. Con esa dosis de miedo, que requiere en algunos, ciertas necesarias detenciones….





Las ubicación, detrás de un arco. Allí abajo, donde se extiende el césped. Faltan solo algunos escalones y casi una hora y media para el partido. El tiempo se detiene, dando la razón a quienes sostienen que no es una medición objetiva, sino una percepción relativa.








El estadio es un murmullo. Los habituales madrugadores deambulan entre las plateas, saludando, observando, sacando fotos, respirando profundo. Aquellos encargados de las banderas encuentran un motivo para apretar el tiempo. No faltará mucho para el reconocimiento del campo. El murmullo se acelera desde la platea baja porque en la boca del túnel aparece Romero, el primero en pisar el pasto. Impensadamente, llueven desde la cabecera, kilos de serpentinas interminables, saludando a los jugadores. Los voluntarios de verde no pueden creer lo que ven. Los jugadores vienen de nuestro lado, cerca de donde Goyco y el Bambi hacen la previa. Vibramos sabiendo que la cuenta regresiva comenzó.



Twitter, ese vinculo de emoción instantánea con los que están del otro lado, transmite a la velocidad que permiten los pulgares tiesos por el frío y los nervios.

“Diego se para entre los titulares, la vincha de Demichelis por un momento entró en confusión con la de Garce, se paralizó la tribuna”
“Hoy es el día M. Se viene el cambio de mando. Por primera vez, la ovación para Messi iguala o por poquito supera el DIEZ con mayúscula”, son algunos de los tweets.

El institucional de la FIFA previo al partido, muestra imágenes de la historia. La clásica imagen de Diego en el 86 cantando el himno emociona. Como todas las veces, el grupo mundialista despega la mirada del campo para concentrarse en las pantallas, que luego presentaran los equipos.






Falta menos. El frío hace la espera más interminable. Los jugadores terminaron el calentamiento, los 23 siempre juntos y con el DT en el centro. Antes de irse, una nota con Niembro y el pollo Vignolo, a 5 metros de la cabecera brava, para dejarla picante, esperando verlo en minutos de saco y corbata.

Ya no falta nada. Los equipos vienen a la cancha. La cabecera brava inunda otra vez el campo con el blanco de las serpentinas traídas de quien sabe dónde. Pica Messi preparando los músculos, salta Heinze destrabando sus rodillas. Es hora del ritual, los equipos se forman de cara el palco y nos da la espalda, para que suene con más fuerza que nunca el himno resumido en una cadena sonora de O mayúsculas, el himno de la selección. Ya se ubican en sus puestos, Romero va hacia el arco contrario, bien lejos.




Los voluntarios otra vez retiran en cantidades impensadas los rastros de papel. Serpentinas, globos , papelitos, como si el partido se jugara en el Monumental, en cualquier lugar de Argentina







El partido avanza con esos minutos que no dicen nada, porque el equipo no dice nada. Messi se retrasa y no puede jugar, los mexicanos no quieren jugar. Se hace cerrado por impericia e indecisión. La pelota pasa rápido por el medio, que no tiene dueño.

Minuto 26. Ataque de esos que van a toda velocidad, y dependen del milímetro. Carlitos traba y choca en el punto del penal, rebote que cae en la zurda de Lio que la pica al arco. Tevez cabecea en el área chica el toque que no entraba y sale gritando hacia el banco. Nos miramos y gritamos, el línea y el árbitro, corren hacia el medio, perseguidos por los escandalizados mexicanos. Un offside de potrero que se comen increíblemente, pero ya está, hoy nos toca.
De repente, en las pantallas del estadio, repiten el gol, en un hecho inédito y escandaloso, la trasmisión incitando a la violencia, reflejando el absurdo gol convalidado. El juez lo ve y se da cuenta. Habla con el línea. Le pregunta si vio offside. Olemos la mano negra. El línea dice que no. El italiano, con la seguridad de estar asistiendo al final de su carrera internacional, responde al reglamento y sanciona el gol. “Ole, ole ole ole, tano tano”, baja de la cabecera burlona, agradecida, aliviada.



El equipo del golpe por golpe, se desata. Los mexicanos terminan de comprender aquello del centímetro que divide la gloria del abismo. Es el centímetro que levanto de más el central Osorio su botín derecho para parar la indómita Jabulani, la de la redondez perfecta. Pasa el Pipita como un rayo a buscarla, mete una pisada de Primer Mundo futbolero y siete minutos después, sin dejar que el rival vuelva de la sensación de robo, les inyecta sensación de callejón sin salida.

Los últimos 15 minutos pierden vértigo, y expone la falta de manejo. México se adelanta, y Argentina retrocede. No preocupa hoy, hay ventaja. El segundo tiempo arranca igual, vemos venir las camisetas verdes con las barreras de peaje del mediocampo abiertas. Se necesita urgente…algo. Carlitos vuelve al escenario, aclara la voz, encara de derecha hacia el centro, prueba una nota larga, aguda, curva, con efecto, que se clava en el ángulo irremediablemente. Abre su boca y el corazón y el pecho llenos del grito de gol que quedará en su historia personal. Se abraza con Diego, con nosotros. Van 5 del segundo, y ahora sí, la historia se termina. A fuerza de prepotencia ofensiva más que de concepto.

Los 40 que quedan, son iguales a los 5 anteriores. Solo el quiebre del gol. Los mexicanos con nada llegan demasiado. Chicharito Hernández descuenta, Heinze saca dos pelotas en la línea que Romero miraba pasar, y pasa a ser figura con sus rodillas destrabadas. Una pelota reventada viaja hacia el Diego que la baja de taco y produce la mayor alegría de esos 40 en la cabecera brava.

Entra Verón a tenerla, sale Carlitos. Enojado patea una botellita, tenía un último tema guardado para los bises que el director no le regala al público. Termina. En sentido opuesto a la fiesta con Corea. Preocupados, la Bruja tampoco fue solución, pero sabiendo que este equipo tiene más de un as macho en la manga. Los mundialistas respiran aliviados. Aquellos que se van, se irán cumplidos con lo que imaginaron en aquel ya lejano día, quizas noche en que el “No vamos” cambió por el “Hay que ir”.









El frío y ese final, apuran la desconcentración, hoy no da para festejos alargados para que alguna cámara nos tome y nos encuentren en casa. Los gruesos policías parecen percibir el ambiente y apuran la salida, rastrillando las plateas con menos sonrisas que de costumbre.






Queda un largo trecho hasta el bunker. Todavía hay que desandar el camino a los autos, previa cola para subir a los transportes que nos saquen. El pequeño mundialista cumplió su objetivo: vino, vió y ganó. Se irá invicto. Esa satisfacción desata una interminable cataratas de chistes con las que ameniza la espera. Ivan sale al cruce con su repertorio guardado en algún rincón oculto. Lucha pareja, tiran y tiran. Suben al micro y todavía les quedan algunos por intercambiar, grandes compañeros de viaje.

Ya no queda nadie por Joburg, caminamos lentos hacia el estacionamiento donde quedan no mas de 5 autos, incluyendo los tres nuestros. Al final de la fila el Fran recorre en silencio el vaivén de emociones que lo atravesaron en una tarde.

Es el final de un día demasiado intenso. Cuatro años atrás, los sueños viajaban a Berlín, cruzando rutas de esperanza. Hoy, soñaran con la revancha, con la mente puesta en Ciudad del Cabo, en el Cabo de la Esperanza.

DIA 13: Una de piratas...

Se dice que en un partido eliminatorio, en un combate sin revancha, la fortuna, a favor y en contra, pueden tener extrema influencia. Una lotería, si el temor lleva la contienda a la pena del penal.

La historia de los Mundiales, sin embargo, dice que la suerte juega con cartas marcadas: los grandes, siempre están, no mueren en las vísperas, sino donde su historia los ubica, muy pocas veces la banca le da lugar al punto a hacerla saltar en estas instancias.

Juegan Alemania – Inglaterra, y la historia tiene la palabra. Sabiendo lo que sabe, el grupo mundialista cree que cualquier cosa puede pasar, y por tanto, decide pasar la vigilia de NUESTRO octavo de final, en el Casino de Joburg, esperando que la ruleta no cante un 0.

Gold Reef City Casino es un complejo situado a 8 minutos del centro. Incluye el museo del Apartheid y un parque de diversiones. Es nuestro centro de operaciones, cada vez que el Soccer City nos convoca.


La fachada del edificio impresiona con sus springbocks dorados, sobre las fuentes brillando al sol tibio de la tarde.Visitantes de distintos lugares se agolpan en las puerta. Cuesta entrar. Los detectores de metales monitorean las mochilas. Es la hora del partido.



En el interior del edificio nos dan la bienvenida dos elefantes dorados, ataviados con ropas brillantes, más parecidos a los vistos en películas de la India que en la sabana africana.



El casino tiene varios espacios. Restaurantes, salones públicos de mesas abiertas, salones privados de mesas cerradas. En el centro, un hormiguero enloquecido alrededor de las maquinas tragamonedas, que sorprenden. Más de 2000 slots que no usan moneditas ni fichas, sino directamente tu tarjeta de crédito.
El equipo busca su espacio. No hay un lugar que cobije a todos. El partido está por empezar, y las indefiniciones asumen decisiones. Dany se perdió dentro de un pub, Alfred buscaba el patio de comidas. Antes que la diáspora sea incontrolable, partió la orden certera: “Muchachos, cada uno por su lado. En dos horas, nos encontramos abajo del elefante, y salimos”

El pequeño mundialista encabeza la búsqueda de un televisor. Una puerta comunica con un salón de juego, que tiene televisores. Le pedimos que investigue y allí va. 30 segundos después un Gorutta lo saca del brazo y de puntín.

El grupo se disgrega. Al final del gran salón, una pizzería cuyo dueño griego armaba mesas multitudinarias de argentos e ingleses, nos presta una mesa y dos sillas, para que le entremos a una de muzza con cerveza africana.

Empieza. Alemania tiene las dudas que le dejo Serbia. Pero a los 20, se juntaron el paparulo del arquero, el defensor que se dejo ganar y el línea que no marcó offside. Alemania ganaba por Klose, pero sin clase. Pero el gol pone las cosas en el camino esperado. El segundo es una joya, pase de Muller, define Podolski

La defensa de Capello juega a pasar a la historia. No toman al que viene ni al que llega. Pero la ruleta gira y llega un descuento. Alemania se confunde, Lampard apunta desde lejos, directo al travesaño, pica y sale. Es gol, la tele lo muestra en todas sus cámaras, el línea no corre, Larrionda no cobra. Los ingleses protestan en el bar, y la historia gira su sobre sí misma: 44 años atrás, un gol que no fue les permitió ganar su única Copa del Mundo, justamente contra Alemania.

Era el gol impensado, el empate improbable. Un black jack, un pleno, cuando la banca ya no podía perder.

Lo que queda del partido es ruleta, pero rusa, partidazo, la lógica se quedo en el vestuario a tomarse un segundo tiempo sabático. El bar poblado de ingleses y argentinos, que apoyan a los germanos arde. A los 67 aparece Muller, y en tres minutos, liquida la historia.

Faltando 10, el trío paga sus pizzas, termina la cerveza, retrata el momento, y va buscando el punto de encuentro. Atrás queda el que esperamos sea el futuro rival, en un partido raro. Inglaterra pateó mas tiros al arco, tuvo más corners, mayor posesión del balón. Pero le patearon 7 veces, se comió 4.

Para hincarles de rodillas, hay que cortarles las piernas….dice Serrat. Otra vez, el robo fue al ladrón. Pero la historia pone las cosas en su lugar. Decía más tarde Gary Lineker : “El fútbol es un deporte inventado por los ingleses, donde 22 jugadores corren detrás de una pelota y siempre ganan los alemanes”.

Afuera, la noche ya se cierra sobre nosotros. El cambio de ropas, habitual, se hace a paso rápido. Solo faltan dos horas. Varias capas de abrigos, aunque la sangre hierva. Allí vamos, es el último partido de varios mundialistas. El último del primero de Fran. Querrá la ruleta, que se vaya con los bolsillos llenos?

DIA 13: Denme pastillas para no soñar



No.


No, no, de ninguna manera.


Les aseguro que no es lo que están pensando....


Hoy más que nunca soñamos despiertos...

A pesar del esfuerzo del día anterior, el cuerpo no pide descanso. No quiere ni escuchar hablar de esperas ni pausas. Hoy juega Argentina octavos de final, hoy ponemos a prueba nuestro ilusión, hoy, como cada cuatro años, es por el historia de un equipo. Hoy paga el pasaje, la estadía, justifica el viaje.


No, es impensado que el cuerpo afloje.

Desde temprano, los Mundialistas están despiertos. A las 8:30, no hay argumentos para seguir en la cama. Deambulan concentrados, cada uno ensimismado en sus pensamientos y rituales, casi no hay tiempo para nada, faltan sólo 13 horas para que el equipo de Diego salga rumbo al centro del Soccer City

El desayuno es calmo, sin grandes conversaciones. Se ordena estar listos a las 11 a.m., no hay que arriesgar nada. No hay otros compromisos, no hay otros planes. Ni siquiera, hay Matemática ni Lengua.

Se alistan las armas, se exponen en pie de guerra. El uniforme, incolumne, intacto, con el perfume de las batallas de Johannesburgo y Polokwane impregnándolo todo, ya se posa sobre nuestros pechos, tumultuoso, víctima casual del terremoto que se está gestando en los corazones

A las 11, se cumple indefectiblemente la orden. Parte la carvana. El camino, no por más conocido, se hace menos largo. Ya faltan minutos, apenas 600, que giran en el reloj en su cuenta regresiva.

Cuando empieza a rodar la pelota, la locura y el vacío, se cruzan, se tocan, se miran a los ojos continuamente, como las bolillas en una tombola de lotería.

Esa espera, ese dejar pasar el tiempo hasta que el hecho ocurra de una vez por todas, lo fuimos a vivir, en total armonía con el momento....al Casino.

El día, recien comienza....y no se nos cruza por la cabeza que pueda ser el último

DIA 12: Octavos: Garrúa con gloria, Bastardos sin gloria

De vuelta al fútbol. Uruguay-Corea, por un lugar en la historia, uno por hacerla, el otro por recuperarla. Dirán que los muchachos de rasgos igualitos y de nombre difícil hicieron semifinal hace un par de Fiestas Mundialistas, pero de verdad, cuenta? Preguntarle a españoles e italianos que opinan.

Buscamos la salida opuesta de Pillanesberg, por donde se ubica Manyane Golden Leopard resort. Un conjunto de chalets 5 estrellas, y carpas VIP estilo safari Daktari, una base top para quienes no se conforman con una visita express como la nuestra a la reserva. Allí, según explican sus folletos, el objeto es que las especies se relacionen en comunidad con el hombre, por eso están acostumbrados a pasearse por el resort en total libertad.

Como ese par de monos, que junto a su familia manifestaban sus instintos, sin hacer caso de nuestra presencia.




O una pareja de ciervos, que cerca de la puerta, posaban para el flash del celular



El partido esta comenzado, un cartel anuncia la Sala de convenciones con pantalla gigante. También hay una tele en el salón del restaurant. Hay quienes se instalan allí, en una mesa justo enfrente, con el recuerdo en el estómago del almuerzo fallido en la reserva. Otros, necesitan analizarlo en silencio y detalle y van a la pantalla gigante: sin éxito…allí están dando un partido de rugby, que miran tres personas. Así se vive el Mundial en África.

Los pedidos a la cocina son variados. Si bien gana la hamburguesa con papas fritas, el bife de impala, como el de la puerta, a medio cocer que pide Baliña, es la estrella del menú argento.

El partido progresa en el televisor con Uruguay ganando rápido a los 8 minutos. Forlan, la figura celeste, marca la diferencia, y le sirve el gol a Suarez. No es un gol cualquiera, los Mundialistas hoy empiezan otro campeonato: el PRODE de los octavos de final, más sofisticado, con ganador, resultados exacto, en tiempo reglamentario, en tiempo extra, en penales. Todo suma puntos, como para que sea más difícil que Maxi nos pase el trapo otra vez…

La lluvia en Port Elizabeth es torrencial y el partido se pone lindo. El susto a ganar le aflojan las piernas a los yoruguas y los coreanos que son nada empatan sin querer. Sobre el final, un golazo de Suarez y 10 minutos para terminar la hamburguesa y pagar.

Ganó Uruguay y están en cuartos como en el 70. Salimos. El rojizo del adiós del sol, en el oeste abandona el continente anfitrión, camino a nuestra tierra, más allá de los mares, donde Montevideo festeja con el calor de su brillo.
La Luna llena surge sobre la sabana desde el este, viene de Asia, trayendo la oscuridad donde deambularon Corea y sus jugadores. Marco ideal para un octavo de final de un Mundial de fútbol, en vivo y en directo.

Subidos a los autos, ya habiendo dejado nuestro uniforme de día, de remeras cortas y bermudas en los baúles, incorporando medias reforzadas, buzos y gorros, nos dirigimos directo a Rustenburg, que en afrikáner significa, “lugar de descanso”.

Cerca de la ciudad están las dos minas y la refinería de platino más grandes del mundo, que tratan alrededor del 70 % del platino del mundo. Razón más que suficiente en la lógica de la FIFA para que fuera sede del Mundial africano y construya el Royal Bafokeng, de 42.000 asientos, estadio que a poco de que termine el campeonato, no volverá a utilizarse. Esta noche, es su última función.

Pero tenemos ganas de ser ingenuos y pensar que es un homenaje a su historia. Cerca de esta ciudad, que en el siglo 19 era centro de una zona fértil agrícola ganadera, compró su granja, quien sería presidente de la República de Transvaal (hoy las provincias del Norte de Sudáfrica) durante 17 años, nuestro conocido Paul Krugger. Entre los primeros residentes de Rustenburg estaban pobladores de origen hindú, que escapaban de la dominación británica. Una de los primeros en establecerse fue la familia Bhayat, cuya contribución a la historia de la ciudad se encuentra marcada al renombrar la calle principal como 'Calle Fatima Bhayat'. Fatima y su marido Abubakr Ahmed Bhayat, poseyeron una ferretería que suministró el equipo de labranza a crédito a Paul Kruger, antes de que se convirtiera en General del ejército en la Primer Guerra Boer contra …. otra dominación británica.

El camino es corto para lo que estamos acostumbrados. Apenas 50 km nos separan del estadio, que fue construido a 12 kilómetros de la ciudad, en el medio de la nada. 50 km y dos horas y media del debut de los Mundialistas en los octavos de final.

Debut muy debatido, por cierto. No estábamos muy convencidos de este periplo, en la previa de Argentina. Pero las entradas estaban allí, disponibles, ofrecidas generosamente por la FIFA que no se las vendió a nadie. Y era la posibilidad de ver a Inglaterra!!! Claro candidato a llegar a la última semana, los británicos jugaban aquí, hoy, ganando el grupo. Un cruce duro con Serbia, obvio segundo del grupo de Alemania. Pero…y si Serbia daba el batacazo? Y lo dio, ganándole a los germanos!! Un Inglaterra-Alemania? Noooooo, como perdérselo….

…los piratas, fueron una lágrima…empataron tristemente con los yankies, y a punto estuvieron de no pasar….los serbios, arrugaron con Ghana, y se quedaron en la más fácil, después de hacer la más difícil…y aquí estamos, en el medio de la nada, para ver un amateur Estados Unidos-Ghana, sin mucho que perder para cualquiera de los dos…

A mitad de camino, el menor de los mundialistas aprieta los dientes y echa la cabeza hacia atrás, en el asiento central trasero del auto rojo. No eran nervios, era un intenso y muy inoportuno dolor de oídos. El camino empezaba a trabarse, varios kilómetros antes del estadio, casi a paso de hombre. El dolor, cada vez más intenso. Alguien salta del auto rojo y camina entre los vehículos que se deslizan lento por la ruta, en busca del auto azul, que venía más atrás, buscando un analgésico, que tío Dany seguro tendría en su botiquín riñonera.

Nos para la policía y nos desvía hacia un estacionamiento improvisado en el medio del campo, a los costados del camino. Más adelante, unos micros van y vienen desde la nada del parking, hasta la nada de los alrededores del estadio. Mucha gente hace cola. Completamos nuestros atuendos, camperas gruesas, bufandas, guantes….y el dolor de oídos.

El micro nos deja lejos y hay que caminar varias cuadras. Mucha gente, esperábamos menos. A poco de entrar, se hace manifiesta una idea: debe ser la primera vez que norteamericanos invaden legalmente un país. Cientos de banderas y miles de cervezas llevan en sus manos, a pesar del frío. También hay decenas de banderas británicas, que, soberbios como la historia les ordena, compraron el ticket equivocado. Ambos, ya habían pasado su frialdad por esta ciudad y este estadio, en aquel triste empate 1 a 1 de los primeros días.

Falta poco, entramos, nos dirigimos a las escaleras, pero antes pasamos por la puerta de la enfermería. Sugerimos buscar otra solución para el oído, pero el mundialista chico no tiene en sus planes perderse ni un minuto. Creo que nos duele más que a él.

Ocupamos una de las cabeceras. La de Ghana. Nuestro corazón está con ellos. Las vuvuzelas hoy suenan como nunca, todos tienen una, y vibran en distintos tonos de agudos. El dolor se hace cada vez más insoportable, con el graznido del instrumento irrumpiendo desde las filas a nuestras espaldas. En la tribuna rival, Mick Jagger, con un ticket que no pudo devolver a tiempo intenta aprender el himno del 4 de Julio, y Bill Clinton intenta esfumar su fama de mufa...

Mientras tanto, canta Shakira en las pantallas, y la shakira ghanesa hace la coreo justo detrás de la ubicación del grupo.




Algunos, conmovidos por el clima, la emoción, la tensión del evento, profesan su amor a la causa ghanesa, y se vuelcan decididamente.

Empieza el partido, a puro vértigo. Ghana sale a correr por todos lados, y a los 5 minutos, desde lejos, Boateng la pone abajo, primer gol de jugada del torneo para los africanos. Estallan nuestros alrededores, estallan nuestros oídos
No da para más, el mundialista se levanta y dice, me voy! Fuera del estadio? A la enfermería? Nooo, a ver el partido parado, atrás de la última fila, fuera del alcance de la corneta, pero sin perder un minuto de la intensidad que trasmite el campo de fuego. Nos esperan 85 minutos más alargue, a los saltitos para combatir el frío. Un chicle intenta convencer al oído de destaparse.

EE UU, que siempre arrancó de atrás no se desespera. Rápidamente, apenas 30 minutos, el DT mete un cambio. Una rareza. Consultado nuestro Gran DT Herrera, dice que está bien, que él hizo lo mismo en un torneo nacional, hace 7 años, aunque el damnificado todavía lo insulta por eso.
Gran tensión, gran dinámica, gran frío. Señor Blatter, en invierno no se disfruta.

Los americanos, con paciencia, empiezan a encontrar huecos en una defensa muy rápida y física. Distracción, penal y gol. Faltan 30 minutos y hay alargue.

En el alargue, que varios apostamos en el PRODE (aunque ahora nos arrepentimos porque son 30 minutos más de frío), los africanos están enteros y los yanquis no mueven los pies. Enseguida, otra vez, desde lejos, Asamoah, a los 3 minutos, marca el desnivel. Explota aliviado, ahora sí, el estadio en alegría continental. Las banderas de Ghana y Sudáfrica forman una sola, multicolor.

Falta mucho, pero no queda gasolina en el tanque de la Unión, y para sus piernas, es una eternidad. Por desesperanza o idiosincrasia, a 8 minutos del final, pasan delante nuestro dos gordos de Massachusets, que se van al bar por más cerveza…..ES UN MUNDIAL CARAJO!!!!!! SE QUEDAN AFUERA!!! Deberían prohibir la entrada a estos equipos que portan tales hinchas, que se queden viendo a los Medias Rojas de Chicago, por TV y con pochoclos….

Faltan 5, nada puede cambiar, pero llega lo inesperado. Mira el mundialista chico, manos en la campera, la cara escarchada, y dice: Se me destapó!..Y te duele? Nada….

Mundialista y Guapo, doble medalla, para terminar una noche, que pintaba negra, y termino más negra aún….






5 horas, a puro embotellamiento, detenciones, sueño y esfuerzo por no cabecear el volante, fue lo que tardó el equipo en llegar al bunker de Pretoria, nuestro verdadera ciudad de descanso.

4:30 AM, nos entregamos al sueño, al sueño de lo que nos espera mañana…

DIA 12: Africa mía

Es nuestro día 12 en África. Pero no es un día cualquiera para el espíritu de los Machos mundialistas. Es un día que dispara el principal debate estratégico, al momento de decidir el camino de este grupo. Tres o cuatro meses antes, en toda mesa que reúne a los líderes históricos, se plantea el tema….cual es el mejor momento para llegar a la gran cita futbolística.

Porque hoy, precisamente hoy, empieza el Verdadero Mundial. La emoción, aunque presente en los días previos, aprieta el acelerador y se instala en el vértigo del camino sin retorno. No hay espacio para el error. Ya no hay puertas abiertas a la especulación, ni reserva de avión confirmada. Todo depende de una pelota, de un tiro libre, de un off side mal cobrado, de un error del 2, de las manos de un arquero, hasta de la Mano de Dios.

La angustia, el miedo, la incertidumbre, la tensión, la bronca, el éxtasis, se asocian a la madre emoción y hacen un combo de sensaciones, que da a ratos, “nos eriza la piel, y faltan palabras”.

Hoy, empiezan los octavos de final. Y los Machos estarán presente.

Pero antes, hay un día por vivir. Y será intenso.

Nuestra cita es en la no tan lejana Rustenburg (no tanto como Polokwane). Detenidamente pensado por nuestro Travel Planner, en el camino se impone, antes que todo se invada de fútbol, penetrar un pedazo de territorio africano profundo, el que imaginábamos ver.


Salimos temprano, el camino es largo, y hay que aprovisionarse. Los autos hacen su parada técnica, a metros del bunker.

El equipo va desdoblado, dos autos directos a la reserva de Pilannesberg, otro, que ya esquivó elefantes en el Parque Krugger, directo a Sun City, la ciudad del juego, la Las Vegas africana.






El viaje a la Reserva de Pilanesberg nos muestra una cara distinta. Luego de 50 0 60 km de las ya conocidas y seguras autopistas, tomamos un desvío hacia el oeste, por una ruta más africana. “Esto es lo que vi en Tanzania”, sentencia nuestro deportista activo Ivan, que estuvo en este continente años atrás desafiando el Kilimanjaro. Pequeños asentamientos de casas precarias al costado del camino, nos remiten a las películas que se activan en la memoria. Pobladores que en las intersecciones se abalanzan sobre el auto en movimiento para ofrecerte sus productos. La sabana que se expande a derecha e izquierda, interminable más allá del horizonte.


A poco de llegar al destino, el entorno vuelve a cambiar. Se percibe el color del dinero en el asfalto inmaculado, los carteles del marketing turístico invadiendo el campo visual, interponiéndose entre nosotros y el paisaje. Es que estamos llegando a Sun City, un páramo en el desierto que solía ser un paraíso para los blancos durante la era del apartheid que venían a apostar legalmente a Sudáfrica. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en un imán para jugadores de todas las razas y se ha promovido a sí mismo con un centro de entretenimiento para toda la familia, con hoteles y campos de golf. Si agregamos el parque de agua, casinos, cines, bares, restaurants, negocios para comprar y otras atracciones, hubieramos tenido la sensación de estar descubriend la Disneylandia sudafricana. Pero no es a lo que vinimos.

Junto a Sun City está la entrada Bakubung del Parque Nacional Pilanesberg, situada, al igual que Rustenburg, en la región de Bojanala de la provincia del Noroeste. Con una extensión de 55.000 hectáreas, es el cuarto parque en extensión de Sudáfrica.

Falta una hora para el mediodía, el sol llama a los animales a esconderse, pero el equipo está ávido de salvaje experiencia. 15 rands por persona, 20 por auto, y la decisión es dejar de lado la opción de safari guiado con camiones preparados y de altura considerable para tener mejor ángulo para ver a los animales escondidos en los matorrales. Los drivers se tienen fe a encontrar, por pericia propia, alguno de los 5 grandes, recorriendo varios de los 200 kilómetros de caminos que cruzan en varios sentidos la reserva.

Junto a la entrada, un mapa marca con alfileres de distintos colores, los últimos lugares donde los grandes han sido visto, un color por animal. Negro el león, verde el elefante, blanco el rinoceronte. Alfred toma nota en su propio mapa, estudia el camino, y nos lanzamos a la caza fotográfica.

Leemos los folletos y descubrimos que no estamos precisamente en un espacio creado y criado solo por la naturaleza: esta es una reserva creada por el hombre en 1979, en un proyecto llamado Operación Genesis, en la que fueron introducidas muchísimas especies, al punto de que hoy convivan, como en ningún otro lugar, casi todos los mamíferos que habitan Sudáfrica. Con la sensación de estar en un gran zoológico, hacemos de cuenta que la naturaleza pudo haber requerido una mano artificial, pero ofrece la posibilidad de ver de cerca a muchísimas especies salvajes, como búfalos, elefantes, leopardos, leones y rinocerontes, así como también cebras, jirafas, antílopes, chacales, hipopótamos y todo tipo de aves que te puedas imaginar. No en muchos lugares, se pueden ver los 5 grandes juntos.

Antes de ingresar, la última recomendación del guardaparque: NO BAJAR DEL AUTO, las especies salvajes se esconden en los matorrales y son, precisamente eso, salvajes. Nos recuerdan un video que circula en la que se ve a un japonés sacando fotos fuera del auto, y es comido por un león que aparece por su espalda!!!

Sorprende el entorno, las colinas que circundan el plano por el que transitamos. También tiene una explicación, estamos en el cráter de un volcán, y los colinas, son el resultado de erupciones volcánicas de más de 1300 millones de años, lo que determina una composición geológica única, como así también su clima y flora, diferente al “exterior” del cráter, en una transición entre el desierto de Kalahari al norte y las húmedas regiones del sur.

Cebras y más cebras aparecen en nuestro camino. Un elefante, camina pesado, a varios cientos de metros, que nos impide “cazarlo” con precisión.
Impalas, springboks, antílopes, se dejan atrapar con naturalidad, el vehículo que nos transporta parece ser un dato más del paisaje.Algunas bestias salvajes, sobre los restos de un fuego reciente, posaron para nuestras cámaras.






Alguna jirafa solitaria, no se sometía al disparo del flash incesante. Los autos recorrían los caminos, bajo un sol penetrante, sin rastros claros de los grandes. El tiempo transcurría veloz, más rápido que lo que avanzan lo autos. La orden fue clara, y los drivers ajustaron el rumbo, al centro de visitantes, hora de una hamburguesa. Allí nos cruzamos con Pumba, el amigo de Simba, el Rey León, pero del monarca ni noticias.






Algunos otras bestias salvajes esperaban su oportunidad para alimentarse fácilmente, muy civilizados, con los restos de fast food.


Incluso, a falta de los 5 grandes, debimos luchar contra la famosa y asesina Abeja Africana.





El lugar está repleto, la cocina no da abasto. El pedido se demora y el equipo quiere encontrar al Rey. Reclama vehemente, la segunda cerveza se consume por vicio, aunque la traigan caliente. Sin respuesta, toma una decisión drástica, una hora después: abandonar el sitio, en forma intempestiva, luego que dos representantes Machos se apersonaron en la mismísima cocina, balbuceando en afrikáner: "Yo preparar hamburguesa, si falta cocineros"!. Los hermanos de Kunta Kinte se negaron y no hubo marcha atrás. Los nativos intentaron interceptar al equipo, aduciendo que no habíamos pagado las bebidas, pero los expedicionarios no se dieron por enterados, ya que no entendemos el afrikáner.

Así, con un par de cervezas encima y los mismos rands en la billetera, redoblamos la apuesta por encontrar a las bestias.

Allá, allá, leones!!! se oyó desde el auto insignia, que termino siendo una broma. Allá, ahora sí, se volvió a oir. Los corazones se aceleran, la mirada se agudiza, los cuerpos contradicen las leyes, y suben sobre el techo de los autos.


Nunca sabremos que vimos, lo que hoy estamos seguros que eran un par de piedras marrones que las cervezas y el sol hacían moverse, en unos años serán una manada de leones a punto de atacarnos…..

Estamos casi sobre el final del recorrido, el fútbol empieza a golpear la puerta de nuestras conciencias. No estaba con nosotros la suerte o la pericia. Pero no estaba todo dicho. En una curva del camino, fuera del asfalto y en sendero de ripio, los vimos. Los rinocerontes, pastaban a lo lejos, fuera del alcance preciso del zoom de una camara normal, pero al alcance de nuestros binoculares y catalejos profesionales de expedicionarios.....



Saltamos de los autos, nos acercamos a los matorrales, pudimos divisarlos, eran cuatro. Caminaban pesados, con sus imponentes trompas y sus armaduras de plata oscurecidas por el sol y la tierra. Una imagen imponente.
Nos olvidamos de las reglas, de los consejos, de la cautela....hasta que unos gritos nos sacaron del estado de contemplación: una guardaparque anglosajona y furiosa, nos metio a los empujones a los autos.....

Seguimos los últimos tramos, el reloj decía que faltaba poco para que Uruguay saliera a buscar su propia historia. En el camino, nos deslumbramos con el lago central, hogar del hipopótamo. Burbujas y circulos concentricos de ondulaciones en el plano espejo de agua, delataban la presencia del monumental animal, buceando en busca de alimento.


Quedó tiempo para dejar manifiesto de la presencia de los Machos. Otra vez desafiantes, con algun temblor de piernas, la bandera se desplego, con el fondo de las paredes del cráter y el lago, un marco único.
Gracias Sudáfrica, por regalarnos este lugar. Volveremos algún día. La próxima vengo con valientes, que se animen a enfrentar los peligros de la sabana...