Porque hoy, precisamente hoy, empieza el Verdadero Mundial. La emoción, aunque presente en los días previos, aprieta el acelerador y se instala en el vértigo del camino sin retorno. No hay espacio para el error. Ya no hay puertas abiertas a la especulación, ni reserva de avión confirmada. Todo depende de una pelota, de un tiro libre, de un off side mal cobrado, de un error del 2, de las manos de un arquero, hasta de la Mano de Dios.
La angustia, el miedo, la incertidumbre, la tensión, la bronca, el éxtasis, se asocian a la madre emoción y hacen un combo de sensaciones, que da a ratos, “nos eriza la piel, y faltan palabras”.
Hoy, empiezan los octavos de final. Y los Machos estarán presente.
Pero antes, hay un día por vivir. Y será intenso.

Nuestra cita es en la no tan lejana Rustenburg (no tanto como Polokwane). Detenidamente pensado por nuestro Travel Planner, en el camino se impone, antes que todo se invada de fútbol, penetrar un pedazo de territorio africano profundo, el que imaginábamos ver.
Salimos temprano, el camino es largo, y hay que aprovisionarse. Los autos hacen su parada técnica, a metros del bunker.

El equipo va desdoblado, dos autos directos a la reserva de Pilannesberg, otro, que ya esquivó elefantes en el Parque Krugger, directo a Sun City, la ciudad del juego, la Las Vegas africana.
El viaje a la Reserva de Pilanesberg nos muestra una cara distinta. Luego de 50 0 60 km de las ya conocidas y seguras autopistas, tomamos un desvío hacia el oeste, por una ruta más africana. “Esto es lo que vi en Tanzania”, sentencia nuestro deportista activo Ivan, que estuvo en este continente años atrás desafiando el Kilimanjaro. Pequeños asentamientos de casas precarias al costado del camino, nos remiten a la
s películas que se activan en la memoria. Pobladores que en las intersecciones se abalanzan sobre el auto en movimiento para ofrecerte sus productos. La sabana que se expande a derecha e izquierda, interminable más allá del horizonte.
A poco de llegar al destino, el entorno vuelve a cambiar. Se percibe el color del dinero en el asfalto inmaculado, los carteles del marketing turístico invadiendo el campo visual, interponiéndose entre nosotros y el paisaje. Es que estamos llegando a Sun City, un páramo en el desierto que solía ser un paraíso para los blancos durante la era del apartheid que venían a apostar legalmente a Sudáfrica. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en un imán para jugadores de todas las razas y se ha promovido a sí mismo con un centro de entretenimiento para toda la familia, con hoteles y campos de golf. Si agregamos el parque de agua, casinos, cines, bares, restaurants, negocios para comprar y otras atracciones, hubieramos tenido la sensación de estar descubriend la Disneylandia sudafricana. Pero no es a lo que vinimos.
Junto a Sun City está la entrada Bakubung del Parque Nacional Pilanesberg, situada, al igual que Rustenburg, en la región de Bojanala de la provincia del Noroeste. Con una extensión de 55.000 hectáreas, es el cuarto parque en extensión de Sudáfrica.
Falta una hora para el mediodía, el sol llama a los animales a esconderse, pero el equipo está ávido de salvaje experiencia. 15 rands por persona, 20 por auto, y la decisión es dejar de lado la opción de safari guiado con camiones preparados y de altura considerable para tener mejor ángulo para ver a los animales escondidos en los matorrales. Los drivers se tienen fe a encontrar, por pericia propia, alguno de los 5 grandes, recorriendo varios de los 200 kilómetros de caminos que cruzan en varios sentidos la reserva.
Junto a la entrada, un mapa marca con alfileres de distintos colores, los últimos lugares donde los grandes han sido visto, un color por animal. Negro el león, verde el elefante, blanco el rinoceronte. Alfred toma nota en su propio mapa, estudia el camino, y nos lanzamos a la caza fotográfica.
Leemos los folletos y descubrimos que no estamos precisamente en un espacio creado y criado solo por la naturaleza: esta es una reserva creada por el hombre en 1979, en un proyecto llamado Operación Genesis, en la que fueron introducidas muchísimas especies, al punto de que hoy convivan, como en ningún otro lugar, casi todos los mamíferos que habitan Sudáfrica. Con la sensación de estar en un gran zoológico, hacemos de cuenta que la naturaleza pudo haber requerido una mano artificial, pero ofrece la posibilidad de ver de cerca a muchísimas especies salvajes, como búfalos, elefantes, leopardos, leones y rinocerontes, así como también cebras, jirafas, antílopes, chacales, hipopótamos y todo tipo de aves que te puedas imaginar. No en muchos lugares, se pueden ver los 5 grandes juntos.
Antes de ingresar, la última recomendación del guardaparque: NO BAJAR DEL AUTO, las especies salvajes se esconden en los matorrales y son, precisamente eso, salvajes. Nos recuerdan un video que circula en la que se ve a un japonés sacando fotos fuera del auto, y es comido por un león que aparece por su espalda!!!
Sorprende el entorno, las colinas que circundan el plano por el que transitamos. También tiene una explicación, estamos en el cráter de un volcán, y los colinas, son el resultado de erupciones volcánicas de más de 1300 millones de años, lo que determina una composición geológica única, como así también su clima y flora, diferente al “exterior” del cráter, en una transición entre el desierto de Kalahari al norte y las húmedas regiones del sur.
Cebras y más cebras aparecen en nuestro camino. Un elefante, camina pesado, a varios cientos de metros, que nos impide “cazarlo” con precisión.
Alguna jirafa solitaria, no se sometía al disparo del flash incesante. Los autos recorrían los caminos, bajo un sol penetrante, sin rastros claros de los grandes.
Algunos otras bestias salvajes esperaban su oportunidad para alimentarse fácilmente, muy civilizados, con los restos de fast food.
Incluso, a falta de los 5 grandes, debimos luchar contra la famosa y asesina Abeja Africana.
El lugar está repleto, la cocina no da abasto. El pedido se demora y el equipo quiere encontrar al Rey. Reclama vehemente, la segunda cerveza se consume por vicio, aunque la traigan caliente.
Así, con un par de cervezas encima y los mismos rands en la billetera, redoblamos la apuesta por encontrar a las bestias.
Allá, allá, leones!!! se oyó desde el auto insignia, que termino siendo una broma.
Nunca sabremos que vimos, lo que hoy estamos seguros que eran un par de piedras marrones que las cervezas y el sol hacían moverse, en unos años serán una manada de leones a punto de atacarnos…..
Estamos casi sobre el final del recorrido, el fútbol empieza a golpear la p
Saltamos de los autos, nos acercamos a los matorrales, pudimos divisarlos, eran cuatro. Caminaban pesados, con sus imponentes trompas y sus armaduras de plata oscurecidas por el sol y la tierra. Una imagen imponente.
Seguimos los últimos tramos, el reloj decía que faltaba poco para que Uruguay saliera a buscar su propia historia. En el camino, nos deslumbramos con el lago central, hogar del hipopótamo. Burbujas y circulos concentricos de ondulaciones en el plano espejo de agua, delataban la presencia del monumental animal, buceando en busca de alimento.
Quedó tiempo para dejar manifiesto de la presencia de los Machos. Otra vez desafiantes, con algun temblor de piernas, la bandera se desplego, con el fondo de las paredes del cráter y el lago, un marco único.
No hay comentarios:
Publicar un comentario