lunes, 30 de junio de 2014

Como Cada 4 Años

Llegó la hora. La que esperamos hace 4 años. A decir verdad, hace 8, cuando Joseph Blatter anuncio que Brasil sería el anfitrión de la Copa Mundial 2014. Por aquellos días, lejanos aún de Sudáfrica 2010, ya planeábamos, hacíamos cuenta de la edad que tendríamos. Nosotros, nuestros hijos y Messi.

Esta salida me toca solo. Como hacia Hamburgo en 2006 y diferente de las partidas rumbo a Lyon en el 98 y a Johannesburgo en 2010, cuando este grupo de amigos que me toca relatar partió en bloque.
Martes 24 de junio. A las 5 am Ezeiza tiene muchas caras. Turistas que regresan a sus casas, ejecutivos que trabajan, familias que van a visitar familia. Y la especie mundialista, que este año se multiplica. Se ven camisetas no solo Argentina, también de Chile, Colombia, incluso de USA, deambulando por el free shop.
Varios vuelos parten a Porto Alegre. Para no generar sospechas, tomo uno a San Pablo, para luego regresar a la capital del Estado de Rio Grande du Sul que mañana será invadida, literalmente.
Este grupo de fanáticos ha tomado distintas vías para llegar. Alfredo y Dany volarán bien tarde directo a Porto Alegre. Otros van por tierra,  en caravana de autos, haciendo noche en Colón, antes de cruzar la frontera, esperando llegar por la tarde. Otros viajan recién para octavos de final.
Ya instalado en la puerta de acceso a la nave, la noche aún resiste la retirada. Es que sólo pasaron dos días de su estadía más larga del año, cuando empezó nuestro invierno. El avión en horario. El espíritu mundialista apenas se vislumbra en la ansiedad de algunos chicos pegados a las pantallas esperando el aviso de embarque hacia una ilusión, seguramente su primera.  Las mismas caras de Fran hace 4 años, con su experiencia a los 10 en Sudáfrica.
La densa niebla que lo cubre todo, duda el despegue. Escucho a las señoritas del boarding decir que el piloto está preparado para volar sin mirar. Siento parecido, cada vez que iniciamos el camino a un Mundial.
Observo por la ventanilla del asiento 6 A y no logro identificar el avión de la manga contigua. Pero el Airbus 320 enciende las turbinas, y dirige su nariz a cabecera de pista. A tiempo y sin sobresaltos,  estoy en camino a mi cuarta Copa del Mundo de FIFA.
En segundos, atravesamos la niebla y el cielo despejado, estrellado y con luna mínima pero brillante, se aparece a nuestros ojos. Debajo del océano brumoso, homogéneo, infinito en el horizonte y sin grietas en la superficie, aparecen y desaparecen manchas luminosas. Un autopista, una plaza, una esquina que no duerme, de una ciudad sumergida bajo ese mar.

Es Buenos Aires, que se queda con los afectos y con millones de personas que desearían estar rumbo a Brasil, y que nos motivan a llevarlo a través de Diario. Ya estamos en viaje, dejando por un rato a una  Argentina que a esta hora y a un día del partido con Nigeria, al igual que la Selección, bosteza, pero aún no se despierta.

Huid mortales del Grito Sagrado

Tomada la decisión optimista, hubimos de correr. Contrastes entre la necesidad de no abandonar tan rápido la ilusión y los tiempos para las combinaciones.  Llegar rápidamente al hotel, cerrar los bolsos, gestionar la salida, cargar el auto, eludir la caravana alemana en pleno festejo que aturdía como nunca, perderse por callejuelas alternativas intentando eludir la multitud.

Y finalmente, llegar al aeropuerto para tomar un vuelo que a las 0.00 nos dejaba  otra vez en Johannesburgo, a esperar el chárter de Aerolíneas reservado a las 8 am. No es que no tuviéramos fe, teníamos alternativas de vuelta para todas las instancias!
La llegada al aeropuerto de Ciudad del Cabo se asemejaba a una evacuación, a un éxodo planificado, masivo. Miles de camisetas celestes y blancas iban entrando, en silencio, mirando el piso, a chequear para los varios vuelos que en intervalos de 20 minutos salían para la ciudad principal del país, donde confluye la mayor parte del tráfico aéreo internacional. Las autoridades no habían permitido cambiar el punto de salida de la vuelta a casa desde Ciudad del Cabo.

Casi no se cruzaban palabras. Algunos souvenires comprados de apuro, un Kalüa, unos elefantitos tallados en madera. Eso que por cábala resistimos a hacer antes del partido.

Sin consciencia de tiempos ni espacio, nos encontrábamos tomando una habitación del hotel del aeropuerto para descansar 5 horas. El corazón no resistía estar despierto en una butaca incomoda esperando la hora. No había precio que nos convenciera.

Fernando y Maxi tomaron rumbo norte. Su vuelta era via Europa, más largo pero con mayor flexibilidad para cambios. Pablo y yo, hicimos la fila en la puerta de embarque a la hora prevista.

El vuelo demoró su partida. Es que esperaban otro vuelo desde el Cabo, que traía a los jugadores, que durmieron allí, más cómodos. Tras dos horas de espera, (en la que volvimos al hotel a dormir una hora más) abordaron primero y ocuparon el último tramo de la nave.









Dos custodios impedían el paso a los baños traseros….2/3 de avión se tuvo que arreglar con 2 cabinas. Entre silencios, se discutía que se podía haber hecho, como si en el fondo del fuselaje no estuvieran las respuestas que tanto buscabamos en el corazón del intelecto 
 Vuelo diurno, sin chances de dormir, lo que alarga la conciencia de lo que no fue. Los monitores nos mostraron las orillas del continente conocido, los bordes de nuestra geografía que habíamos dejado 19 días atrás 
 
 
Bajamos y allí no hubo chance, se tuvieron que mezclar con el resto del pasaje. Algunos pararon, otros pasaron el hall raudos



En todo caso, ellos como nosotros, mortales, también huyeron del grito sagrado de Campeones....

DÍA 19: Alemania 2.0 (en velocidad 4G)

 En 1986 le ganamos la final. En 1990 se vengaron en la final. En pasaron 3 mundiales en el que le anduvimos lejos. Los volvimos a ver esa tarde de Berlín, la del partido controlado que terminó en penales  y desde atrás del arco veíamos al arquero sacar los papelitos de la media. Era cuartos de final.
Ahora, cuatro años después, ambos renovados,  y otra vez en cuartos, la estadística dice que en versión 2.0 gana el que perdió el anterior…
No teníamos muchas más seguridades que esas. México nos llenó de dudas atrás sobre el final, y esta Alemania tenia aviones.  Por eso las dudas se hicieron temor que se hizo incertidumbre, mucho más por nuestra organización: hicimos reservas en el hotel hasta hoy. Si ganamos, cargamos el auto y remontamos la ruta Jardín hasta Durban. Si perdemos, tenemos mínimo margen para llegar al aeropuerto y volar a Johannesburgo.
La discusión se planteó en que debíamos hacer. Cargar el auto? Era una carga negativa que no se podía sobrellevar. Dejar sin hacer los bolsos? Un riesgo que no se podía correr. Armamos lo bolsos, se los dejamos a la gerente del apart y salimos a la cancha. Contracturados  como si ya hubiéramos jugado.
Miles de argentinos en la calle pugnaban por 30 segundos de fama ante las cámaras. Ya sin Alfred con nosotros, nuestro camino era directo y en 15 minutos entramos al predio del estadio, 3 horas antes del partido. 
 
 
 Desde las escalinatas veíamos como en el cerro que vigila el estadio estaba desplegada una bandera alemana gigante y debimos desplegar la nuestra en represalia.
Mientras los alemanes ya ingresados, aprovechaban las vistas para seguir con su ritual cervecero, de cara al mar,  en aparente estado de relajación, nuestras pulsaciones se iban a las nubes.
 
 
 Cuartos en el 98 y 06, la tercera, la vencida.  En los pasillos, carteles desconocedora de la lógica básica de la prudencia y gozaba la derrota ajena más que estar concentrado en la victoria propia
Estábamos adentro. Ubicados y a esperar, ver cada movimiento, el rictus de los jugadores. Después de tantos días compartidos, sentíamos ausencias. Los corazones racionales y calculadores que por calculadores no son corazones, fueron dejando Sudáfrica en tandas. Al final la bandera la sostuvieron las mismas manos que la colgaron por primera vez en Saint Etienne.
 
 
 
Los minutos interminables llegaron a su fin. Salía el equipo, no había tiempo de descuento, era la hora que esperamos 4 años.
 
En 2006 sufrimos 120 minutos y aquellos penales. Aquí nos alcanzaron 20 minutos para desplomarnos en las butacas. Casi no hace falta que cuente nada más, las lágrimas vuelven delante del teclado…

DÍA 18: Entre Copas

La recomendación de los folletos del lobby y de las guías de turismo era no perderse una visita al Wineland,  las haciendas vitivinícolas refugio del poder blanco, de los orígenes de la colonización europea. Justo detrás de las protuberancias rocosas del parque del Table Mountain, los valles dedicados a la vid se extendían hacia el este.


El fútbol volvía a rodar por la tarde, por lo que no había más opciones que arrancar temprano y buscar un lugar para desayunar en algún coqueto lounge perdido en el tiempo. Con el regreso de Shakira, Bisbal, La Mancha de Rolando, Highway to Hell, Hells Bells,  toda la banda de sonido mundialista en el stereo del auto, marchamos si destino programado, al distrito vitivinícola de Stellenbosch.


En las haciendas de propiedad europea o de familias “patricias” sudafricanas (blancas), los que trabajan obviamente son de raza negra en el detrás de escena. Al menos, organizan una guardería para los pequeños hijos de los trabajadores, que descubrimos en caminos alternativos…y nos dimos el gusto de saludarnos con emoción cruzada y posar cual equipo mundialista.
Después del desayuno y de las vistas paisajísticas, analizando el Holanda-Brasil y Uruguay-Ghana del día, el destino nos puso en un top del viaje: Almuerzo en una bodega de corte Victoriano y vinos del fin del mundo (otro fin del mundo…).
Tantos días ya, en el frío, rodeados de sabana y vida animal….era hora de la caricia del sol en un ambiente europeo….donde deben hacerse los Mundiales, hombre!
Cabernets y otras uvas sudafricanas en la cata, más un menú VIP, brindis con burbujas, dormitando sus efectos, hacían correr el tiempo al equipo ya diezmado con solo cuatro representantes, desenfocando la cabeza de la tensión.
 
 
 
 
 
Por la tarde, de vuelta a lo nuestro. En un pueblito con puertito de pescadores y casas de ensueños sobre los cerros que daban al mar, encontramos un pub donde concentradamente analizar al futuro finalista: Brasil.
Y lo que era lógica se convirtió en tragedia. Inexplicablemente con el partido controlado, ganando, se les fue como agua, entre errores  impensados de Julio Cesar y sus compañeros. Holanda se abría paso casi sin esperarlo.
 
Seguimos viaje, fuimos al Pier, unas pizzas, un Uruguay – Ghana en el “fan fest# de Ciudad del cabo para 200 personas en un pequeño anfiteatro del centro comercial….
Y nada más…..ya había llegado la hora 

DÍA 17: En búsqueda de la Esperanza

Al día de idas y de vueltas,  le siguió una noche serena, tranquila. El descanso necesario. La mañana apareció fresca pero soleada, sin fútbol.  El entorno natural e histórico nos empujaba a la salida temprana a reconocer el terreno.
 
Justo detrás nuestro enmarcando la ciudad se alza, abrupta e imponente una de las maravillas naturales del mundo, la Montaña de la Mesa, o mejor conocido Table Mountain…. Casi un paredón de más de 1000 metros de elevación, al que se puede subir por varios caminos, treakings largos de moderada inclinación ingresando por el norte o en vertical por la cara sur. En la cima, la meseta plana producto de la erosión que explican su nombre.
Lo pensamos…pero no. El funicular que con inclinación de 70 grados te sube en 15 minutos a la cima era más tentador.
Allá arriba desayunamos, recorrimos, plantamos bandera. Las vistas de la ciudad son espectaculares, con el Green Point como nuevo ícono. Cosas del Mundial. En ese lugar siempre hubo un estadio, menor, desapercibido. El punto de interés desde estas alturas siempre fue Robben Island, la cárcel donde Mandela pasó 27 años, donde maduró con paciencia desde adentro y forjando el terreno en el afuera, para la Sudáfrica post Aparheid. Cerrada desde 1997 y reconvertida en Museo, es un sitio de alto tránsito de turistas, que llegan vía ferry.
 
De allí y luego de luchar contra un genial dispenser de pelotas, buenísima idea que no habíamos visto antes, la decisión fue encarar la península que desemboca en el punto que da nombre a la ciudad.
 
Bordeamos playas, bajando entusiasmados a meter los pies en el Océano Índico, hasta llegar a la entrada del sector del Parque Nacional Table Mountain del Cape of Good Hope. 
 
 
 
 
Lentamente entre avestruces y monos salvajes, los babuinos que aparecen sin avisar, llegamos al Cape Point, el Faro donde da la vuelta el continente y las líneas del mar parecieran mostrar el choque de los océanos, el frío Atlántico y el cálido Índico.
 
 
 
 
Del Cape Point salía un sendero al borde de los peñascos, que llevaban tras 30 minutos de caminata al otro punto mítico, El Cabo de Buena Esperanza, bautizado así por los viajeros portugueses que lo descubrieron en 1488, que después de meses bordeando el continente encontraron donde doblar al este hacia las Indias.
Hace 20 años que no pasamos cuartos de final. Es un buen momento para que la historia también doble, en el lugar de la Esperanza…
 
Volvimos (después de un atisbo de escaramuza con los monos que no me atacaron por unos metros mientras caminaba hacia el auto) con el oeste en el mar. La puesta del sol, apagándose sobre nuestras casas,  a tantos kilómetros.
Allí, donde el rush hour a contramano que veíamos, a la hora en que la Ciudad del Cabo se vaciaba de oficinistas,  nada tenía que ver con el tránsito de Panamericana, que ya era otra vez el paisaje que habitaban Alfredo y Dany……

sábado, 28 de junio de 2014

DÍA 16: Invictus

El despertador sonó a las 3 am. Las valijas ya estaban en el baúl. 100 km hasta el aeropuerto de Johannesburgo a ser recorridos en una hora y media. El chárter de Aerolíneas que devuelve a parte del team a Buenos Aires parte 7:30.  Más tarde, otro auto menos apremiado por el tiempo, parte a la misma terminal, con otro punto cardinal como destino.

Alfredo, Dany y el pequeño mundialista dejaban África. Francisco con un título del cual se jacta: se va Invictus en Mundiales. 3 jugados, 3 gritados, 3 ganados. Nos deja una pesada mochila para defender.
Los otros también se van invictos, pero no cuenta. Perdieron en Berlín, y ahora la logística conspiró para prolongar su apoyo a la celeste y blanca. Una mancha.
Allí partieron, junto a varios argentinos más, 9 horas los separaban de los afectos. Pero apenas sonriendo para la foto en la fila 16 del Boeing 747.

Me quedé dando vueltas, física y emocionalmente en el aeropuerto, trasladándome lentamente desde la terminal de salidas internacionales a los mostradores del check in de vuelos de cabotaje. 3 horas después llegaron Fernando, Pablo y Maxi, los 4 que seguimos viaje hacia cuartos de final.

El vuelo hacia la próxima sede duró minutos de conciencia, más dos horas dormidos. Al llegar, el clima había cambiado radicalmente, temperatura de mangas cortas ya reinaba en el sur.

Tomamos el auto, pusimos proa al centro, tomamos posesión de un nuevo bunker, estratégicamente ubicado, de cara y con vista a otro teatro de los sueños, el Green Point para más de 64.000 personas

Rápidamente hicimos reconocimiento del terreno, buscando los lugares de encuentro, donde comer, beber y ver partidos. Por esas horas, de noche cerrada aquí, nuestros amigos ya aterrizaban del otro lado del océano.

 
 


Fran con su camisa Bafana Bafana, se abrazaba a sus amores. Ya en Buenos Aires, pensando en lo que se iba a perder y como lo iba a vivir.











Ya los extrañamos, hasta buscamos un Mall que los represente para cenar….

 
 
 
 
 
 
Pero el Mundial sigue.  A esto vinimos, al fin (y) al CABO

viernes, 27 de junio de 2014

DIA 15: Soñar no cuesta nada. O si, 135 us$

Quedaba un partido todavía. El último en el Luftus Stadium, para nosotros y para el Mundial (es el cuarto, ya conocemos cada rincón y al morocho que nos controla el ticket). Ilusionados elegimos el partido y pagamos los 135 dólares ya que la recompensa era valiosa: nos esperaba un Italia-Dinamarca o un Italia-Camerún con Eto’o ansioso por emular a Roger Milla.

Pero no… Italia no pudo con Eslovaquia, Camerún no pudo con nadie y a esa tarde nublada fuimos a paso cansino, casi desganado, casi arrepentido a ver el clásico entre….Paraguay- Japón.  Saludamos al morocho que cortó el primer ticket de la historia y último de Sudáfrica 2010 al debutante mundialista

Nos animaba al menos alentar al Tata Martino, ya que uno de los nuestros era amigo rosarino de larga data. Incluso aporto alguna entrada Premium, que por supuesto rechazamos.

La providencia nos puso justamente en el bando contrario. Nos ubicamos en platea preferencial en el centro del campo, de frente al dúctil Ortigoza , número 5 paraguayo,  rodeados por la barra brava japonesa y al lado de un par de eslovacas a las cuales les dieron coordenadas equivocadas…

El partido tenía un ritmo descomunal….mente aburrido. Durante los 120 minutos que duró hasta los penales, paso de todo….;
·         Jugamos al truco

·        












  • Dormimos......

·         Hicimos el web check  in para el día siguiente
·         Escribimos un par de post para el blog…

Todo menos ver fútbol, impropio. De todas maneras, ya en el tiempo suplementario los japoneses nos terminaron cayendo bien por simpáticos y por tener todas las melodías del futbol argentino en sus cantos en dialecto samurái. Hasta lookeados con animé en sus cabezas….

Perdió por penales Japón. Los jugadores se  acercaron a nosotros, no identificamos si a saludar, agradecer o pedir perdón por el bodrio. Los hinchas juntaron sus residuos en bolsas y se fueron cantando igual.

 
 
 
Salimos apurados. A nosotros nos quedaban valijas por preparar

DIA 15: Residencia Pretoria, Brooklyn Guesthouse


Otra mañana, no cualquier otra. La última en nuestro hogar sudafricano, ahora que ya estábamos amigados con colchones, cocineros, camareras, dueños. 15 días que parecieron menos. También es la clase final de matemáticas del pequeño mundialista.
 
Después de dejar a la hora del desayuno nuestros saludos en las paredes delBrooklyn Guesthouse Café, inmortalizamos para siempre en este Diario, algunas imágenes de donde guardamos nuestras ilusiones este tiempo.

 Asi que , terminen el juguito de naranja, los scones y el cafe negro africano y hagamos una visita guiada












Este es el deck para la sobremesa de los almuerzos, justo afuerita del comedor principal. Aquí el equipo tomaba sol en las frías mañanas mientras esperaban a los que desesperaban por 5 minutos de wi fi del siglo XX

 
Lugar de encuentro una vez al día: el microcine donde en pantalla gigante analizabamos la performance de Cristiano, Ozil, Robben, los coreanos, Rooney.....

Si vamos a verlos a la cancha, había que conocer sus movimientos









El comedor, ritual matutino y de algunas noches, cuando no teníamos que conformarnos con spretzels, pizzas o fideos con queso...











 

 
 
 
 
 
Las otras casas escondidas por el predio. en 15 días nunca supimos quienes las habitaron, no los cruzamos en el desayuno ni en las salidas.
 
Sospechamos de fundamentalistas argelinos...
 
 
 
Finalmente, nuestro hogar, alli adentro durmieron las esperanzas, las alegrías, los planes, las estrategias, las esperas, los olores, los brindis....