viernes, 2 de julio de 2010

DIA 11: Sin lugar para los débiles

La sensación que flota en el ambiente es la de haber entrado en una meseta. Después de la expedición a Polokwane, le sucedieron días cortos sin adrenalina, sin la montaña rusa de emociones a la que nos expone la incertidumbre, la ansiedad de un partido propio. Como si entráramos en estado de hibernación, ahorro de energía, que cada uno aprovecha de distintas maneras. Algún grupo dedicó este nuevo día, a adelantar las visitas a los shoppings. El Centurión Mall, fue el destino elegido por Alfred y sus seguidores.

Otros, mantiene el ritmo. Tarea de mate con mate, la clase de hoy. Aunque con el fixture siempre a mano
Cambio de espacio físico, buscando una mayor concentración. También para estar cerca de la ducha, que a esta altura de la estadía es una lucha. El agua caliente se convierte en un bien escaso, y con tanto tiempo metidos en el guesthouse, son demasiados los que quieren aprovecharlo. El día transcurre bajo estas consignas. Salteamos Brasil-Portugal en la pantalla gigante, ya que no ofrece motivos. Se espera por la vuelta a los estadios, por la noche. España y Chile, juegan por la permanencia y por evitar a Brasil en cuartos.

Muchos chilenos y españoles poblaron las calles del barrio, algunos quizás sufran una de las mayores frustraciones de sus historias mundialistas, por las expectativas que han traído a este partido. Las mismas que nos llevaron a comprar una entrada para decirle a los nietos “Estuvimos ahí”

Avanza el mundial, Sudáfrica está afuera y se nota en las calles, en el precio de las vuvuzelas y las bufandas. Ya las tenemos en 70 rands de los 100 iniciales, las esperamos en 50.

Gran ambiente festivo, pero sobrevuelan nervios, es una final que se juega en dos estadios. Partidazo nos espera. Pasa un escoses con su bandera preguntando quien juega porque cuando compró los tickets tenía un par de whiskies encima. Como si esto fuera poco, enviamos a un representante a visitar las zonas VIP del estadio, que nos saludaba desde su palco, calentito y copa de cava en mano…Las remeras de las hinchas chilenas hacen referencia a su apodo: Red Hot Chile, dicen algunas, aunque de hot no le encontramos nada... Lo que vuelve a llamar la atención, es otra vez la presencia de muchos argentinos, como si todos hubieran entendido que este Mundial es para ver fútbol, por sobre todo el resto. A este partido, hasta vino Diego... Chile arranca con la convicción y el orden de su técnico, España con los nervios y el apuro que amenaza con repetir antiguas historias. En un segundo, el apuro y los nervios pasaron al arquero chileno, que retrocede a la edad de la inocencia, y le facilita el camino a la Vieja Península. La pelota pasa al imperio ibérico, el pánico trasandino se convierte en pierna suelta y violenta, que los hace caminar por la cornisa de su propio territorio. Dos a cero y a hacer cuentas, un gol de Suiza trae los fantasmas de Bielsa a Sudáfrica.

En el entretiempo, los chilenos en las tribunas evitan entender lo que pasa, quizás por aquello de que la ignorancia es la fuente de felicidad. Festejan, por las dudas que sean sus últimos 45 minutos en el Mundial. Condorito y su pichón, dan la vuelta al estadio, para que las cámaras no se olviden de ellos. Con el frío atenuando, Fran aprovecha para acercarse desde nuestras butacas hasta muy cerca de las bailarinas del Waka Waka, para analizar la coreografía, claro. Segundo tiempo, últimos 15 minutos, Chile se resigna, confía más en la inoperancia relojera que en sus propias virtudes. Lo que amagó con partidazo, lo apagó Suiza desde el relato de la radio. Termina el partido, los helvéticos se van como llegaron, como diría Varsky, todos sentados en la parte de atrás del micro a la defensiva, sin jugadores que sepan sentarse en los asientos delanteros. Sin la valentía de animarse al gol, su oportunidad se desvanece, un pequeño milagro para Marcelo. Otro mucho más grande va a necesitar, en unos días, cuando vayamos al Ellis Park a ver los octavos contra Brasil.

Los hinchas de ambos equipos festejan por igual. Españoles que se van confiados de haber recuperado el camino, chilenos porque estaban con un pie afuera, y eso no les permite pensar en la chance perdida de evitar el ritmo de samba.

Llegamos a casa, esta vez el hambre amenazaba con combatir el sueño, muy a pesar del avance del cansancio. Hay una marcada sensación de debilidad en el cuerpo. Sin macarones, ni fiambre, ni pretzels, los choferes ofrecieron sus servicios para trasladarse a Hartfield en busca de alimentación rica en proteínas. La espera se hizo larga, un vino cabernet circuló por la mesa, con un poco de queso y maníes.

Finalmente, pasadas largas las doce, llegaron los víveres. Un manjar de muzzarella en cajas dobles, como para que no arriesgar la merma de energías…. No sabemos si era realmente adictiva, pero efectivamente, no quedo ni una porción, a pesar de la hora, que volvía a condicionarnos la nueva jornada, que será muy larga.
Pero…a quien le importa, si los drivers nos terminan sorprendiendo, como si estuviéramos en la semana de la dulzura, con unos helados palito cubiertos de chocolate, que a esta altura, es un postre gourmet.

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