Luego del sorteo del Mundial, conocidas las sedes donde
jugaría Argentina, definida la estrategia de fijar cuartel de operaciones en
Pretoria durante dos semanas , conocer el mítico estadio de rugby devenido en
mundialista Ellis Park era una cita obligada.
Lo que meses atrás era demanda morosa, ahora era furioso
entusiasmo, miles pugnaban por entrar, muchas banderas, gorros, bufandas
sudafricanas encolumnadas, bajo sospecha de haber elegido a quien alentar luego
de su eliminación.
Llegando a los controles, y faltando poco, las masas corporales se aprisionan para acelerar el trámite. Se confunden en un solo color, algunos de los nuestros se mimetizan con el entorno….
El equipo mundialista se ubicó en la zona alta del estadio, a la altura de un banderín de corner. Es un monumento impresionante, el menos modificado, con los vestigios de la opulencia blanca, aún mantiene los palcos privados en una de las cabeceras. Las tribunas tienen poca inclinación, uno tiene la impresión que si se asoma demasiado, se cae en picada al campo de juego.
El partido empezó vertiginoso. Chile iba, presionaba, se
exponía. Brasil tocaba, esperaba, observaba paciente. En el aire se respiraba
que era cuestión de tiempo.
Las caras de precupación eran directamente proporcional al juego brasileño que terminó en festival, 3 0. Agradecidos que el fixture nos ponía el eventual duelo en la final, desandamos el camino hacia los autos. Cruzamos varias esquinas con habitantes de las veredas sin techo reunidos alrededor de un tacho con fuego, paliativo primitivo del frío para la especie humana. Nos saludaron y saludamos, en ningún momento sentimos que estuvieramos en zona de peligro.
Escenario de la final del Mundial de Rugby de 1995, fue
también testigo del inicio de la reconciliación sudafricana, coronado con el
campeonato logrado por los Springbocks, moralmente liderados por Mandela.
Primer presidente negro, entregado a una causa deportiva blanca…
La oferta era un partido de octavos de final, donde la
lógica marcaba que debía jugar Brasil. Y allí fuimos. A ver que tenía en la
galera el Loco Bielsa con su Chile revulsivo, que arrancó para arrasar y se
autodestruyó con España condenándose a cruzarse con el mejor del torneo.
El Ellis Park está ubicado dentro de la ciudad, en una zona
de alta densidad, poblacional y edilicia. Los autos quedaron lejos del estadio,
bien lejos, custodiados por los trapitos que daban cosquillas en lo profundo de
la noche. Caminamos cerca de 3 km, hasta los accesos, pocos y angostos, instalados en las calles del barrio ….
Llegando a los controles, y faltando poco, las masas corporales se aprisionan para acelerar el trámite. Se confunden en un solo color, algunos de los nuestros se mimetizan con el entorno….
Finalmente pasamos, llegando a la explanada de acceso a las
escaleras, la vuvuzela mundialista empezó a dar rienda suelta a tanto soplido
negado, contenido.
El equipo mundialista se ubicó en la zona alta del estadio, a la altura de un banderín de corner. Es un monumento impresionante, el menos modificado, con los vestigios de la opulencia blanca, aún mantiene los palcos privados en una de las cabeceras. Las tribunas tienen poca inclinación, uno tiene la impresión que si se asoma demasiado, se cae en picada al campo de juego.
Junto a los autos esperaban estoicos los trapitos que se llevaron ración extra de rands. A esta hora, la problematica siempre era la misma, que comer. Encontramos un Mc Donalds, luces encendidas por dentro, penumbra por fuera. Nos acercamos, no nos miraban para abrir. De repente una voz gruesa nos dice a nuestras espaldas: "Golpeala papá, si le das con fuerza te venden algo". Al girar, vimos unos gorutas enfundados en camperones oficiales de Independiente. Hinchas Unidos, barras bravas, no preguntamos.....pero en ese momento si sentimos inseguridad...
Subimos a los autos, paramos en una Shell de la entrada de Pretoria, cervezas, spretzel, papas, pan.....mañana será otro día.
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