lunes, 30 de junio de 2014

DÍA 17: En búsqueda de la Esperanza

Al día de idas y de vueltas,  le siguió una noche serena, tranquila. El descanso necesario. La mañana apareció fresca pero soleada, sin fútbol.  El entorno natural e histórico nos empujaba a la salida temprana a reconocer el terreno.
 
Justo detrás nuestro enmarcando la ciudad se alza, abrupta e imponente una de las maravillas naturales del mundo, la Montaña de la Mesa, o mejor conocido Table Mountain…. Casi un paredón de más de 1000 metros de elevación, al que se puede subir por varios caminos, treakings largos de moderada inclinación ingresando por el norte o en vertical por la cara sur. En la cima, la meseta plana producto de la erosión que explican su nombre.
Lo pensamos…pero no. El funicular que con inclinación de 70 grados te sube en 15 minutos a la cima era más tentador.
Allá arriba desayunamos, recorrimos, plantamos bandera. Las vistas de la ciudad son espectaculares, con el Green Point como nuevo ícono. Cosas del Mundial. En ese lugar siempre hubo un estadio, menor, desapercibido. El punto de interés desde estas alturas siempre fue Robben Island, la cárcel donde Mandela pasó 27 años, donde maduró con paciencia desde adentro y forjando el terreno en el afuera, para la Sudáfrica post Aparheid. Cerrada desde 1997 y reconvertida en Museo, es un sitio de alto tránsito de turistas, que llegan vía ferry.
 
De allí y luego de luchar contra un genial dispenser de pelotas, buenísima idea que no habíamos visto antes, la decisión fue encarar la península que desemboca en el punto que da nombre a la ciudad.
 
Bordeamos playas, bajando entusiasmados a meter los pies en el Océano Índico, hasta llegar a la entrada del sector del Parque Nacional Table Mountain del Cape of Good Hope. 
 
 
 
 
Lentamente entre avestruces y monos salvajes, los babuinos que aparecen sin avisar, llegamos al Cape Point, el Faro donde da la vuelta el continente y las líneas del mar parecieran mostrar el choque de los océanos, el frío Atlántico y el cálido Índico.
 
 
 
 
Del Cape Point salía un sendero al borde de los peñascos, que llevaban tras 30 minutos de caminata al otro punto mítico, El Cabo de Buena Esperanza, bautizado así por los viajeros portugueses que lo descubrieron en 1488, que después de meses bordeando el continente encontraron donde doblar al este hacia las Indias.
Hace 20 años que no pasamos cuartos de final. Es un buen momento para que la historia también doble, en el lugar de la Esperanza…
 
Volvimos (después de un atisbo de escaramuza con los monos que no me atacaron por unos metros mientras caminaba hacia el auto) con el oeste en el mar. La puesta del sol, apagándose sobre nuestras casas,  a tantos kilómetros.
Allí, donde el rush hour a contramano que veíamos, a la hora en que la Ciudad del Cabo se vaciaba de oficinistas,  nada tenía que ver con el tránsito de Panamericana, que ya era otra vez el paisaje que habitaban Alfredo y Dany……

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